24 julio, 2009

Chacahua en la azotea



Hace 3 años comencé a arreglar un espacio en la azotea que estaba desaprovechado. Para acceder a él hay que cruzar por el cuarto de servicio, que había ya habilitado como cuarto oscuro. El espacio estaba dividido por las jaulas para colgar ropa, de esas de alambre, ya todo oxidado. En el edificio nadie usa las jaulas, algunos porque han comprado secadoras y otros porque cuelgan del otro lado de los cuartos, donde están los lavabos. El caso es que nadie se asoma siquiera a las jaulas.



Lo primero que hice fue quitar las jaulas. El alambre oxidado lo vendí al ropavejero. Inicié una composta y compré algunas plantas. La composta que hago es muy sencilla: separo la basura, tengo dos botes: uno para la fruta, el huevo, el café, la verdura, el cabello, las uñas, y demás basura biodegradable que no sea animal. No echo restos de carne ni cosas aceitosas. Voy llenando tres botes que tengo en la azotea. Los botes tienen hoyos para que se oxigene la composta. En el bote revuelvo la basura con hojas de las plantas y tierra de otras macetas que se ha llenado de raíces. De cuando en cuando le espolvoreo algo de cal por aquello del calcio. Las uñas y el cabello proveen a la tierra de nitrógeno. Mantengo la composta tapada. Si se mantiene así no olerá mal, se llenará de mosquitos y moho. Luego de unos 6 meses se puede destapar, y revolver para que se oxigene aún más.


El bote de composta se llena rápidamente, así que ahora tengo tres. Con ella y con tierra de hoja (siempre la mezclo) he plantado jitomates, chiles, cebollas y lechugas.

Pinté las paredes con tierra de Tepoztlán. La pintura con tierra es muy económica y se prepara fácilmente con agua, sellador y tierra. El sellador se compra en cualquier tlapalería. Para un litro de sellador se agregan 4 de agua y unos 6 buenos puños de tierra. La tierra determina el color de la pared. Hay que dejar curar unas 6 horas y revolver constantemente mientras se aplica la pintura.


Las puertas las pinté de azul y morado, nomás para sentirme más como en Chacahua, una playa en el estado de Oaxaca en donde se acampa muy rico. En gran parte de la provincia mexicana, pero especialmente en Morelos, Chiapas y Oaxaca la gente acostumbra pintar sus puertas de azúl. Aún no sé la razón por la que escojan este color, pero conforme lo he observado me ha gustado cada vez más.


Al jardín en la azotea le falta mucho trabajo todavía. Hay que colocar algún tipo de techo de bamboo tal vez y esperar a que las enredaderas cubran un poco más las paredes y suban por los alambres. Impermeabilizar el piso, y si es posible abrir un hueco en la celosía para poder asomarse hacia afuera.




Si en algún momento me saco la lotería entonces constuiría una palapa sobre los cuartos de servicio, desde donde se ven tanto el amanecer con la vista de los volcanes como el atardecer con el Ajusco.

Es una pena que no exista la costumbre de usar las azoteas como espacio de relajación. Que no estén bien acondicionadas para poner hamacas, plantas, terrazas, y que no se acostumbre hacer asados entre los vecinos.

Qué distinto sería el paisaje urbano si en vez de ver jaulas metálicas vacías, tinacos y tanques de gas viéramos jardines, palapas, terrazas y hamacas.

Arreglar la azotea no es realmente costoso. Un poco de pintura, muchas plantas y macetas, pero sí requiere de trabajo constante. De no olvidar subir a regar y de cuidar que no se hagan humedades ni se tapen las cañerías.

23 julio, 2009

Chacahua en la azotea II

Durante el último año prácticamente no subí al jardín de la azotea y mi proyecto de roofgarden quedó a medias. Muchas de las plantas que había puesto, sobre todo las enredaderas, no aguantaron la temporada de secas y murieron, y la pintura de Tepoztlán se deslavó.

Así que en las vacaciones de verano, ya bien recuperada del postparto reanudé mi proyecto de convertir un espacio muerto en un jardín.

Primero que nada, mandé hacer los vanos en la celosía para poder asomarse a la calle.

Resultó más sencillo de lo que imaginaba. Al albañil le llevó dos días cortar y tirar la celosía y otros dos días emboquillar. Salieron 8 costales de cascajo.

Los vanos hicieron toda la diferencia... el espacio que se sentía encerrado se volvió muy amigable, y los vecinos y las visitas por fin se sintieron entusiasmados de pasar ahí el día.

También quité los marcos de las jaulas y los utilicé como estructura para un techo. A esta estructura le amarré cuerdas de plástico de colores que forman una cuadrícula.


De esta red de cuerdas cuelgo unas cortinas de bambú con pinzas de colores para la ropa, de tal manera que dos terceras partes de la terraza quedan bajo media sombra.

Pero también podría colgar telas o poner una lona de manera más permanente.

También conseguí una sombrilla que asemeja una palapita y que se coloca rápidamente en una base de tripié. Ambas cosas las encontré de casualidad en el super.

Después de los meses pasados junté una muy buena composta, de gran textura, color y olor, muy buena para sembrar nuevas plantas. En esta ocasión opté por petunias, dalias, hortensias, geranios y algunas hierbas para cocinar como cilantro, perejil, romero, albahaca y menta.
A diferencia de las enredaderas, muchos de los geranios aguantaron muy bien la temporada de secas, los podé y puse piesitos en agua, y en cuanto empezaron las lluvias en junio los sembré con la composta. En pocas semanas todos los geranios reverdecieron y florearon.

Quité todos los alambres, clavos, antenas y demás para hacer el espacio amigable para Ana que en poco tiempo empezará a gatear.

Cuando subo al jardín de la azotea pongo unos tapetes, cuelgo algunas hamacas, pongo la sombrilla y algunas cortinas de bambú. Colocar el tinglado me lleva unos 15 minutos...

¿Qué tal el antes y después?